Hola de nuevo. Siento la pausa en las publicaciones. Os dejo una crítica del concierto Barroco femenino, efectuado el dia 8 de marzo en el aula cultura de la CAM de Alicante.
Un saludo
A. Dudevant
Crítica del concierto
conmemorativo del día de la mujer. La galería del claroscuro: “Barroco femenino”
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l concierto realizado el viernes, 8 de marzo de 2013
a las 20:30 horas, en el Aula Cultura de la caja del mediterráneo supuso para
Alicante una algo innovador en lo que a los conjuntos históricos barrocos se
refiere. En conmemoración al día de la mujer trabajadora, se interpretaron seis
obras en total, todas compuestas por mujeres a la que la historia de la música
ha dejado completamente de lado por una cuestión machista.
Todas las obras fueron interpretadas por el conjunto
histórico “La galería del Claroscuro”, agrupación musical creada para recuperar
el repertorio de los siglos XVII y XVIII de la manera más realista posible,
interpretándolo con instrumentos de la época y teniendo en cuenta los valores
estéticos de cada momento.
El concierto comenzó con un discurso por alguien
ajeno a la agrupación, probablemente algún cargo de la sala de cultura de la
caja del mediterráneo, recientemente desaparecida. El discurso no hacía más que
introducir de una manera bastante poco retórica el concierto que nos
disponíamos a ver.
El concierto comenzó con la Sonata Quinta de la
compositora italiana Isabella Leonarda. Esta sonata fue interpretada por la
plenitud del conjunto, compuesto por flauta travesera (José Fernández Vera),
violín (Eduardo Fenoll), viola de gamba (Xurxo Varela), tiorba (Jan Van
Outryve) y lógicamente, clave (Anabel Sáez). En esta primera obra pudimos
observar la brillantez del conjunto, además de su compenetración en cuanto al
estilo del siglo XVII. Aun así pudimos observar algunas taras que ensombrecían
la brillante interpretación. La más característica, que pareció repetirse
durante todo el concierto, fue la falta de cuerpo del Traverso o flauta
travesera barroca. Era bastante difícil de adivinar sus interpretaciones cuando
tocaban todo el resto de instrumentistas. Otro tara ensombrecedora, fue la
excesiva y predominante presencia del violín, que parecía no querer que el
resto de instrumentos brillasen en ningún momento más que él. Aun así fue una
gran interpretación.
Lo segundo que escuchamos fue la Sonata en cuatro
tiempos para violín y clavecín de Elisabeth Jacquet De La Guerre. En esta
interpretación, menos impresionante que la anterior, pudimos observar la
profundidad y el sentimiento de Fenoll al violín barroco, con una sublime y
preciada ejecución basada en una pasión barroca, alejada de la común
interpuesta por el violín romántico. Por la parte del clavecín, la impecable
Anabel Sáez nos proporcionó una grandísima interpretación con gusto y
dedicación, que sin duda hubiese sido venerada por la mismísima compositora
francesa. Además del clave, la tiorba y la viola de gamba acompañaban el bajo
continuo. En comparación a la interpretación de Varela a la viola, la tiorba
daba la impresión de ser mucho menos llamativa. Aun así la conjunción entre los
tres fue brillante.
Lo siguiente fue el aria L’ Eraclito amoroso de Barbara Strozzi, interpretada por la soprano
Olalla Alemán, junto a la tiorba, clave y viola de gamba ejerciendo el papel de
triple bajo continuo, justo como en la interpretación anterior. La soprano, que
tuvo un génesis brillante, pareció entrecortarse a lo largo del aria barroca.
Aunque de gran maestría vocal y control de su voz, esta soprano no parecía
tener en cuenta la estética del barroco al cantar, pareciendo que estaba
realizando una interpretación más cercana a las arias de Verdi, o quizás
Puccini en lugar de un aria barroca con un pequeño recitativo incluido al
principio. El bajo continuo, como de costumbre acompañó con gran soltura y
ligereza graciosa. Quizá está fuese la mejor interpretación de la noche de
Outryve.
La velada continúo con la Triosonata nº 1, en Sol
menor, de nuevo de Elisabeth Jacquet De La Guerre. Interpretada por la viola de
gamba, traverso, violín y clavecín. Fue una de las grandes interpretaciones de
la noche. Aquí el problema que plantee al principio de la flauta pareció
difuminarse, pero el de la suma presencia del violín pareció acentuarse. Aun
así, eludiendo al violín, se podía observar por parte de Varela una grandísima
interpretación cargada de tranquilidad y emoción. Anabel Sáez tampoco defraudo,
de hecho, volvió a encandilar y la flauta pareció del algún modo resolver su
problema.
Lo siguiente que se pudo disfrutar fue la Sonata
para flauta travesera en Sol Mayor de Ana Bon Di Venezia. En esta
interpretación, la flauta de Vera cautivó mucho que más que antes. Aislada de
su grupo instrumental, pudimos entrever como la simpleza no está desligada de
ningún modo con la pasión o con la galantería, rasgo fundamental de la música
barroca. De cadencia simple, pero de buen gusto, y sin necesitar la ayuda de
más bajo continuo que el de la brillante Anabel, fue una interpretación
cautivadora.
La última obra programada era, para variar, de
Jacquet De La Guerre. Le Sommeil d’
Ulisse, recitativo más aria de
grandísimo carácter y brillantez. Fue cantado de nuevo por Alemán, cosa que
hizo que sus errores estilísticos se resaltasen de nuevo. Al repetir el tema,
no hubo apenas florituras y las notas repetidas estaban demasiado ligadas y
alargadas, al más puro estilo sentimental del romanticismo musical. Sin
embargo, era difícil no disfrutar del
dialogo de pasiones del violín y de la voz, un espectáculo sobrecogedor que era
sin duda alguna digno de ver. El bajo continuo cumplió de nuevo su función con
magistralidad y perfección.
Para acabar el concierto, nos deleitaron de con una
cantanta de Strozzi. Todo el conjunto se dedicó en cuerpo y alma a la última
interpretación, dejando algo cándido dentro de todos los presentes, aunque, eso
sí, los errores comentados se repitieron de igual manera.
En conclusión, el
último concierto de La Galería del Claroscuro, no fue perfecto, pero de ninguna
manera fue malo o vulgar. Pudimos ver la brillantez de sus miembros, la calidad
de sus instrumentos y la gran educación musical que cada uno ha obtenido. No
falto talento, ni alegría, ni tristeza. En cada una de sus obras el sentimiento
fue puesto en su justa medida, creando una buena sintonía con la estética
musical de esa época impresionante que es el barroco